El Campo San Francisco
Paseando por Oviedo llego al Campo San Francisco inundado por este sol de otoño que le da un aspecto de cuento.
Inevitablemente me lleva a esos días de infancia en los que, acompañados de mi madre, pasábamos allí la mañana corriendo del estanque de los patos al barquillero y de ahí a ver la osa Petra y después al Aguaducho, más tarde a ver las palomas siempre con las consabidas paradas en la fuente del caracol para quitar la sed.
Era, por aquel entonces, el único parque de Oviedo, no había ni parque del Oeste, ni de Invierno, ni Pura Tomás. En mi casa lo llamábamos El Campo eso lo decía todo.
Más tarde fue el lugar donde aprendí a andar en bici o a patinar. Llegábamos a casa cansados, sucios y magullados. Creo que pasé toda la infancia con esas heridas en las rodillas fruto de mi incansable energía que me llevaba a explorarlo todo.